martes, 11 de mayo de 2021

AD10S

 Hoy se leen cientos de mensajes en Twitter y en Instagram que te envían. Pelé, Cristiano Ronaldo... Y, con esos nombres, parece que los demás sobran. El mundo del fútbol en general. La mayoría futbolistas grandes, enormes. Personajes que dieron su vida por el fútbol. Pero, pienso que, sin temor a equivocarme, nadie amó más el fútbol que tú. No importa si era la final del 86, algún partido en San Paolo, en la bombonera, en el showball o en videomatch; hasta ése cínico penal a un niño sin piernas, siempre gritabas los goles igual.

Me pusiste a pensar en un concepto ambiguo y subjetivo, pero real, que es con el que mejor te voy a recordar: los superhéroes. ¿Quiénes son? ¿Por qué son? ¿Saben que lo son? Pero, creo que la mejor pregunta es la primera. 

Si me pongo a pensar, como tal, en un héroe de la ficción, se me viene a la mente Batman, mi favorito. La razón es porque es el único que no tiene poderes. Después, a lo largo de mi vida, fui encontrando otros, de carne y hueso, que me hicieron muy feliz y que, por muy superficial que fuera, para mí eran lo máximo. 

Dentro de esos superhéroes, entre los que están, además de ti, Aikman, Chipper, Federer, Phelps,Jordan, Shevchenko, Pierce y Schumacher, está mi papá en primer lugar. Mi papá, que, a pesar de ser fan del futbol brasileño y de Pelé, me decía que tú eras de los mejores y me enseñó tus goles. 

Allá por mediados de los noventa, cuando empecé a forjar mi gran memoria, se hablaba de que Luis Hernández jugaría con Boca Juniors al lado de  Maradona. Teníamos en la televisión por cable un  canal en el que pasaban esos partidos y ahí te ví. Seguías siendo el mejor de todos. Tenías 36 años y te veías pesado, pero la zurda no perdía toque con cada pase para Caniggia. El gol a Belgrano en ése 2-0 en la bombonera, ese cachetazo de tres dedos me dejó claro que lo que hacías era casi inhumano( lo intenté mas de mil veces y jamás pude pegarle así a la pelota). 

Pero, insisto, me recuerdas mucho a mi padre. Durante mil años, al igual que con  mi madre, mucha gente se ha encargado de juzgarlos y de decir, hasta frente a mi, que son las personas más cuestionables del mundo. ¿Tienen razón? Tal vez, porque sí han tenido acciones que dejan mucho que desear y que en esta época en la que todo el mundo es paladín de la moralidad, de las buenas formas y las grandes acciones, serían crucificados en las explanadas de las redes sociales. A ti te crucificaron. Fuiste drogadicto, misógino, pedófilo y millones de cosas por dichos y fotos. Pero del cien por ciento de personas que te juzgó, el 99.99 % no vio la realidad de tu vida. Me hubiera gustado ver a todos ellos vivirla. Con el diario del lunes y escondido tras un teléfono, cualquiera es capaz de cambiar el mundo, al parecer. 

No eras un santo, me queda más que claro, pero no te juzgo por la razón más sencilla que hay: yo no sé que habría hecho si me hubiera tocado vivir tu vida. La exposición global, los arribistas y falsos, las tentaciones, los malabares de empresarios, mujeres y miles de personas que te aprovecharon para ganar algo. Cualquiera dice: yo lo hubiera hecho mejor. Sería genial haberlo visto. 

Ya un poco más grande, me enteré y miré todas tus hazañas. La más importante: la de Inglaterra. Gran parte de esas personas que te critican, no tienen ni idea de las razones que hacen que aquel partido del 22 de junio de 1986 sea tan trascendental y haya marcado a un pueblo entero. Era nuevamente Argentina vs Inglaterra, sólo que no había militares, ni bombas. Inglaterra no podía hacer gala de su inmenso poderío y su vasta experiencia en la batalla, porque esta guerra estaba reducida a una cancha y no tenían el arma más peligrosa de su lado. En este caso, la bomba atómica que acabaría con Inglaterra, no se medía en megatones de potencia, sólo se medía en un hombre de 1.60m con hambre de triunfo, sed de revancha y un talento que no cabía en la superficie de la tierra. 

Lo que pasó todos lo sabemos. No sólo la obra maestra que fue el segundo gol, sino el primero. El primero que fue una forma de devolver el robo de aquellas islas que costaron miles de vidas. No les robaste terreno, ni les quitaste vidas, sólo los hiciste quedar como idiotas(también en el segundo gol) y lo festejaste para que nadie se diera cuenta de lo que había pasado. El segundo gol es una oda al talento, la prueba fehaciente de que, como piensan los religiosos, ese día Dios bajó de los cielos se puso la diez color celeste y blanco y desfiló por el césped del Azteca, para dejar los once segundos más emocionantes en la historia del fútbol. 

La emoción que sentía al verte jugar se intensificó con cada descubrimiento que hacía de tu pasado. No lograba entender cómo eras capaz de lograr todo aquello. Durante mi adolescencia intenté copiar tus movimientos( la mayoría de veces sin éxito), pero fue un impulso que me llevó a pasar momentos inolvidables en la cancha con amigos y con rivales. Todo gracias a que pude verte aunque fuera un momento. 

Me hiciste ver que a todas las personas en el mundo hay algo que, por más estúpido que sea, puede ser muy importante. En este caso, fue el fútbol. Porque hiciste que me importara más que cosas que debieron ser más importantes, como la escuela o algún par de novias. Me hiciste amar algo que no tendría razones para hacerlo, pero lo hago. Y nadie hizo eso que amo de la forma en que tú lo hiciste. 

Vuelvo a lo de los superhéroes y a aquella comparación que hice de ti con mis padres. Creo que los superhéroes no necesitan ser de todo el mundo ni necesitan ser perfectos. Mis padres, al igual que tú, no necesitan ser perfectos para el mundo, porque para mí lo son. No me importa lo que hayan hecho con su vida, sino me importa lo que hicieron con la mía, porque influir de esa manera en los sentimientos de una persona, sólo es algo que pueden lograr los que tienen algo especial. Son pocas personas las que tienen la capacidad de desacomodar la vida de alguien, y tú lo tuviste conmigo. Tiene más mérito, porque yo admiré al mito que ya estaba creado, porque no te viví a plenitud y no tuve la oportunidad de forjar junto a todos los demás que te admiramos. 

Cuando te retiraste las noticias sobre ti eran poco alentadoras. Siempre pensé que podías morir más temprano que tarde. Pero no, como un superhéroe, como cuando corrías por San Paolo con la 10 en la espalda, gambeteaste a la muerte como si fuera un defensor de un metro con noventa que quería darte una patada. Jugaste a que no ibas a morir y a que nunca te iba a pasar nada. 

 Así que, como todo superhéroe, sé que no estás muerto, porque, para mí, nunca morirás ( igual que mis padres). Yo sé a dónde te fuiste, aunque no le quieras decir a nadie, porque Víctor Hugo nos lo dijo en su relato de tu gol. Así que no moriste, no nos mientas, sólo regresaste al planeta de donde viniste, genio. 

AD10S. 



  

lunes, 12 de agosto de 2019

Luna

Franco había fumado tres cigarrillos en el camino y un par más cuando estaba esperando frente a la plaza. También bebió cuatro cervezas a una velocidad supersónica, buscando que los nervios bajaran y le dejaran de sudar las manos. Durante la espera, después de escuchar el llamado de aviso de Luna, se dedicó a pensar en el patético discurso que había preparado para la ocasión; discurso que, dicho sea de paso, escribió en caso de que las estaturas fueran abismales.

La manera en que Franco y Luna se conocieron fue sui generis. Franco venía saliendo de un letargo enorme de años, que le impedía mantener algún tipo de relación sentimental. De hecho, no quería tenerla. Las oportunidades para entablar algún tipo de noviazgo fugaz( eufemismo de relaciones casuales, basadas en sexo y un par de citas, que a Franco le parecía correcto utilizar), eran demasiadas para un hombre en su situación. Pero Franco parecía no inmutarse, no le importaba lo que dijera su familia ni la gente, él estaba metido en esa rueda de la fortuna que significaba: trabajo, hijo y llorar como un estúpido en cada borrachera que se ponía atrincherado en su cuarto, mientras miraba antiguas fotografías en la computadora y escuchaba esas power ballads que se habían convertido en una penitencia.

Por otro lado, Luna era una incógnita. La mujer era hermosa en las fotografías y por medio de la pantalla que los había comunicado por escasos días. La voz encerraba una ternura enorme, aunque ciertas maneras y palabras, hacían saber que de tierna no tenía nada. Pero, lo más extraño, fue la manera en que se encontraron en un refugio de solitarios y depravados digital. Aquel encuentro era, más bien, una increíble coincidencia. 

Al cabo de los minutos, Franco veía pasar los coches y utilizaba su mirada más intimidatoria, creyendo que  esa actitud iba a provocar que  las piernas dejaran de temblar. Escuchó el modelo y el color del auto; sin embargo, miraba todos como queriendo acelerar la llegada y acabar decepcionado o entusiasmarse lo más rápido posible.

Franco usaba una indumentaria verde que, parecía más de una fiesta de niños en un jardín que la de una primera cita en la que buscaba generar una buena impresión. Hacía una truculenta demostración pública de cómo secarse el sudor de las manos y evitar que las piernas se le doblaran. Caminaba hacia todos lados arrastrando los pies y fumaba a destajo. Debió reconocer, ante sí mismo, que estaba a la expectativa de una situación que esperaba favorable.

Llegó el Vento color azul. Miró hacia adentro, de reojo, y pudo ver una silueta justo como la imaginaba: gigante. La silueta se movía apresurada y abrió la puerta.

Del auto descendió una torre de piel blanca como el marfil; espigada y de rasgos finos. Expresó una sonrisa entre nerviosa y burlona. La imagen fue de lo más bella. Luna sonreía, miraba hacia el suelo y se acomodó los lentes. La sonrisa le marcaba las comisuras de la boca y sus ojos denotaban que estaba, en cierto modo, contenta pero sorprendida. Su vestimenta completamente negra contrastaba con el color de su piel, razón que hacía resaltar en ella, sobretodo, los numerosos lunares que adornaban su rostro. Movía sus prominentes caderas con delicadeza y sonreía hacia el suelo, movía su sedosa cabellera negra, que le llegaba a la mitad de la espalda y se encogió de hombros. Vaciló antes de pararse firme frente a Franco. 

Franco sintió una punzada en el pecho. La miró y supo, desde ese instante, que estaba entregado. Se saludaron de un tímido beso en la mejilla. Franco miró hacia cualquier lado buscando dónde esconderse debido a su baja estatura. Se sentía como un turista mirando la estatua libertad o un enano en su vida diaria. Luna no fue humillante y mostró empatía ante la inseguridad y derrota de Franco. Mientras que él pensó: "Jamás me dio miedo pelearme contra nadie, sin importar el tamaño; ahora, a ella no la puedo ni mirar".

La conversación fue de lo más light y sencilla. Decepción de ambos lados, pero cordial.

-¿Por qué no quieres verme?- Dijo Luna, con una sonrisa burlona en la boca.

-Soy un enano, no mames- respondió Franco con decepción, sin dirigir el improperio hacia ella.

Caminaron con rumbo hacia un bar dentro de una plaza; sin embargo, las estúpidas de seguridad les negaron el acceso. Esta situación los llevó a salir y tomar un taxi sin rumbo. Durante el "viaje" se dijeron pocas palabras,  sólo se limitaron a buscar un lugar para poder sentarse a platicar. Les negaron la entrada en un par, hasta que llegaron a un lugar en el que todos vestían de negro y de fondo sonaba algo que a Franco le parecía familiar.

Se sentaron y ordenaron cerveza; 20 para ser exactos. Pasaron unos segundos antes de que alguno de los dos rompiera el hielo. Luna lo intentó, pero no tuvo éxito.  Franco sabía que esa era la única oportunidad que tendría, así que recordó al siempre efectivo Woody Allen.

Se levantó y pidió a la mesera tres hojas y una pluma. Se cercioró de que pintara y de que se vieran bien las letras. Comenzó:

"¿Hola, cómo estás?"

Luna no tenía ni idea de lo que sucedía, sonreía porque, tal vez, sentía un cambio en Franco que, de manera súbita, había tomado confianza por medio de las palabras escritas.

"Bien y tú?" 

Contestó ella, con mucha mejor letra y una sonrisa entre burlona y apenada.

"También muy bien. Pero, no pensé que fueras tan alta, en serio."

Luna soltó una carcajada, mientras la mesera destapó la segunda cerveza de Franco, al tiempo que sonaba Hell Patrol de Judas Priest, entonado por una decente banda de covers y la gente cantaba. Luna seguía riendo. Contestó pasado casi un minuto.

"Te lo dije, soy una gigantona."

Lo hizo de la manera más pulcra posible, pues los símbolos que escribió Franco sólo eran comprensibles después de un par de tragos. Eso sí, siempre sonriendo.

Franco lo leyó con ganas de soltar una carcajada. La miró y escribió...

"Mira, sé que nuestra diferencia de estaturas es bastante; sin embargo a mi no me molesta ni me causa ningún conflicto. ¿A ti?

Luna sonrió, casi carcajeó, cuando leyó la nota. Pensó un momento. Sonrió. Escribió.

"A mi tampoco"

Franco sintió un alivio que lo regresó a su cuerpo y le dio la confianza suficiente para continuar. Lo siguiente, fue, observarla a fondo.  EL problema fue que no solo comenzó a observarla, comenzó a sentirla. Se le vinieron a la mente mil cosas, entre ellas una necesidad de darle un abrazo. Franco sabía que esa sensación le parecía conocida.

La noche transcurrió con risas, anécdotas y revelaciones muy personales. Todo cambió al segundo cigarro.

Para cuando Luna y Franco salieron por el segundo cigarrillo, que, más bien, se convirtió en el sexto, las palabras fluían con naturalidad. Franco usó un escalón para quedar a la misma altura que Luna, que parecía no haber reído tanto en mucho tiempo.

La geometría de ambos era asimétrica desde todo contexto y punto de vista; sin embargo, conforme pasaban las palabras ambos se habían acercado demasiado, casi hasta tocarse. La noche era unánime y los pocos carros que pasaban y los hombres de seguridad del bar parecían no verlos. Pasaron desapercibidos para el mundo. Franco comprobó con asombro que la expresión que veía en Luna era la de alguien que esperaba que quien estaba frente a ella tomara la iniciativa.

La disyuntiva de Franco era el ser atrevido o respetuoso. Al final, sin quererlo, el equilibrio lo hizo atrevido. Franco se acercó a ella, casi hasta besarla, lo pudo haber hecho, se dió cuenta, pero prefirió la cortesía.

-¿Puedo besarte?- lo dijo casi susurrando, para que el aire lo acompañara hasta sus oídos.

-Sí.- respondió Luna y no pudo hacer más nada.

Por lo regular el primer beso entre dos personas es algo desordenado. Cada quien tiene su forma, su volumen, sus movimientos. Suele ser más parecido a una jauría de hienas peleando por la comida,  que a otra cosa. Este caso fue diferente. Franco la tomó de la nuca y comenzó a besarla y acariciar su mejilla izquierda. El beso pareció algo conocido, un ensamblaje de piezas de rompecabezas que se unían de forma perfecta. El tiempo que duró fue significativo, porque se separaron sólo para respirar, mirarse y continuar con esa danza de labios y lengua tan perfecta como una coreografía de ballet ruso. 

Franco cuando se separó de ella la miró a los ojos y le acarició la mejilla. Comprobó con asombro que la paz que sintió en ese momento fue algo indescriptible y pensó en la palabra "mágico", que solo había utilizado un par de ocasiones antes. Luna se veía divertida, pareció que lo había disfrutado. Se empeñó en seguir sonriendo sorprendida por lo que había hecho.

La noche continuó muy divertida, con ambos confesando singularidades de su personalidad y secretos que, tal vez, no eran para una primera cita. Fueron expulsados del bar y tomaron un taxi camino a casa de Luna.

Cuando llegaron ahí, todo se deformó en Luna llorando por un hecho del pasado y en Franco que intentaba calmarla. Lo logró. Se despidieron. Luna exigía una prueba a Franco de llegada a su casa, mientras él le decía que sí, mientras se subía al taxi.

Cuando Franco se subió al taxi, miró la noche que abrazaba a la ciudad. La contempló impoluta, rígida, tal vez melancólica y la relacionó con su vida. Pensó en todo el tiempo que había reprimido esas ganas de amar, todo por pagar una penitencia emocional que no iba a resolver nada, y que el único que sentía era él. Reflexionó en para qué había servido tanta flagelación, tanto sufrimiento, los millones de litros de lágrimas derramadas por una mala decisión y un amor perdido que, dicho sea de paso, no merecía ni una sola. Franco se dio cuenta que esa noche obscura era su vida. Sin embargo, vio una brillante luz a su derecha, que le daba un aire de bohemia a la obscuridad, que le inyectaba vitalidad y la convertía en algo hermoso de contemplar. En ese momento Franco se dio cuenta de que la noche que era su vida había encontrado una luz de esperanza, convertida en una mujer 15 cm. más alta que él. Y sí, como una casualidad increíble, las que generan la luz, las que inyectan vitalidad y devuelven un poco de vida a lo que parece no tenerlo, las dos llevan el mismo nombre: Luna











domingo, 2 de junio de 2019

You´ll Never Walk Alone

Es un hecho que, si hablamos de un solo, nadie la canta como Elvis. Sin embargo, la emocionante interpretación de Gerrard, Dalglish, todo el plantel del Liverpool y esa afición que pareciera tener poderes sobrenaturales y un megáfono en cada una de sus bocas, creo que se acercó a la versión del "King Of Memphis".  Esta canción tiene una historia, casi tan bella y emocionante, como la versión que se escuchó ayer por todo Madrid, que se acerca a la de Elvis.

Carousel fue un musical de 1945, estrenado en Broadway por Richard Rodgers (música) y Oscar Hammerstein (letras). Fue una adaptación de Liliom, escrita por el dramaturgo húngaro Ferenc Molnár, obra que se estrenó en 1909 y que tuvo un gran éxito en su tiempo al durar 30 semanas de funciones; incluso se presentó años más tarde, al terminar la Primera Guerra Mundial, repitiendo el éxito anterior.

Carousel o Carrusel, que es una tragedia, cuenta la historia de amor entre Billy y Julie. La trama se centra en esa gente de clase trabajadora de finales del siglo XIX. Billy se ve obligado a tener que robar para poder conseguir el dinero necesario para solventar los gastos de su hijo nonato, mientras Julie, trabajadora de un molino, ve amenazado su romance por diferentes circunstancias.

No voy a contar el final; sin embargo, Richard y Oscar quisieron darle un tono amable al final trágico de la historia. Por esta razón fue incluida You´ll never walk alone como un atisbo de alegría a un personaje que pierde a un ser querido. Existe en vídeo una versión de 1956, que corresponde a la película , del mismo nombre, dirigida por Henry King, interpretada por Shirley Jones y Cousin Nettie.

Como solía suceder con algunas canciones, de obras muy exitosas en Broadway y en el West End de Londres, You´ll never walk alone se convirtió en la canción más famosa. Comenzó a interpretarse en funerales, graduaciones escolares y más. La popularidad de la canción fue tanta que, a pesar de ser ya conocida, fue interpretada por Frank Sinatra, Doris Day, Johnny Cash, Judy Garland y una banda de Liverpool: Gerry & The Peacemeakers.

Estos últimos fueron los que encaminaron esta canción hacia donde la mayoría la conoce, cuando la hicieron llegar a los oídos de Bill Shankly. Sí, el mejor entrenador en la historia del Liverpool, aquel que ganó tres ligas, dos copas, cuatro Community Shield y la Copa UEFA 72-73. Shankly fue, también, el que dijo la frase: "El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más importante que eso".

El resto es historia. Shankly escuchó la versión de Gerry & The Peacemeakers y la afición la adoptó enseguida para animar al club antes de los partidos. Ese título, como lo conocemos, Nunca Caminarás Solo, se convirtió en el lema oficial del club. Incluso se grabó en una de las puertas de Anfield, llamadas las puertas de Shankly, en honor al técnico. El Celtic de Glasgow, el Feyenoord de Rotterdam y el humilde St. Pauli de Alemania, también adoptaron You´ll never walk alone.

Gerry Mardsen de Gerry & The Peacemeakers la cantó en el vigésimo aniversario de la tragedia de Hillsborough, en la que murieron 96 aficionados del Liverpool en 1989. También, por aquellos años, en 1985, se dio la tragedia de Heysel, en la que murieron 39 personas ( 32 aficionados italianos) a raíz de las acciones provocadas por los Hooligans. Estas tragedias cambiaron la historia del fútbol inglés para siempre.

Tras los desastres de Heysel y de Hillborough, con el Liverpool como protagonista, los equipos tuvieron que adaptarse a un nuevo formato de campeonato. La consecuencia de Heysel fueron cinco años de suspensión en Europa.  Los cambios en el modelo de negocio, en el acceso al público y en el formato de competencia, transformó al fútbol inglés en lo que hoy conocemos como Premier League, ésa que el Liverpool no ha ganado desde su inclusión en la temporada 92-93.

A través de los años, el fútbol inglés ha mutado en distintas formas; los aficionados han cambiado, pues las entradas son más caras; la inversión y las ganancias se han multiplicado, para bien; hay equipos que cambiaron su camiseta a la marca competidora directa, se han construido nuevos estadios y se han compuesto mil cánticos. Lo único que no ha cambiado, desde que llegó, es ese grito de guerra que se entona con emoción entre llantos y alegría, que retumbó en Madrid ayer, pero ya lo había hecho en Estambul, Roma, Londres y París y que, como lo dice, siempre acompaña al equipo de Anfield.

Porque tú, Liverpool... You´ll never walk alone...